viernes, 12 de agosto de 2011

¿Me está escuchando, profesor?


Estos días estoy acabando de leer el libro escrito por Jerome Groopman titulado "¿Me está escuchando, doctor? Un viaje por la mente de los médicos" (How Doctors Think, en el original en inglés).

Y ya en la introducción plantea un problema que me ha resultado muy familiar. Transcribo un breve extracto:

"Para establecer una estructura más organizada, se enseña a los estudiantes de medicina y a los residentes a seguir unos algoritmos preestablecidos y a poner en práctica unas directrices en forma de árboles de decisión.

(...) Las compañías de seguros lo encuentran especialmente atractivo para decidir si aprueban o no el uso de ciertas pruebas diagnósticas y tratamientos.

(...) El tronco del árbol de la decisión clínica es un síntoma importante, o un resultado de laboratorio de un paciente, contenido dentro de un recuadro. Del primer recuadro salen flechas hacia otros recuadros. Por ejemplo, un síntoma común como “dolor de garganta” iniciaría el algoritmo, seguido de una serie de ramas con preguntas de “sí” o “no” sobre síntomas asociados.

(...) En última instancia, siguiendo las ramas hasta el final, deberíamos llegar al diagnóstico correcto y al tratamiento.

(...) Los algoritmos clínicos pueden ser útiles para diagnósticos y tratamientos corrientes, por ejemplo, distinguir la infección de garganta por estreptococos de la faringitis viral. Sin embargo, se desmoronan rápidamente cuando un médico necesita pensar más allá de los recuadros, cuando los síntomas son vagos, o múltiples y confusos, o cuando los resultados de las pruebas son inexactos.

(...) En esos casos –aquellos donde más falta hace un médico con capacidad de discernimiento- los algoritmos impiden a los médicos pensar con independencia y creatividad. En lugar de expandir el pensamiento de un médico, acaban por limitarlo.

(...) De la misma manera, existe un movimiento para basar todas las decisiones de tratamiento estrictamente en los datos demostrados con la estadística.

(...) Cada mañana, al empezar la ronda, observaba cómo los estudiantes y residentes miraban sus algoritmos y después invocaban las estadísticas de los últimos estudios. Concluí que la siguiente generación de médicos estaba siendo condicionada para funcionar como un ordenador bien programado que opera dentro de un marco binario estricto".

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Hasta aquí la cita del libro.

¿Así que a los médicos también los quieren hacer funcionar como ordenadores que sólo saben pensar "sí" o "no"?

Cualquier persona que haya formado parte del sistema educativo en los últimos años habrá tenido la experiencia de encontrarse con inacabables formularios, documentos, programaciones, modelos de programaciones, memorias, informes, etc., que funcionan de esta manera. De tal forma que pareciese que lo importante del trabajo del profesor ya no es el apredizaje del alumno concreto, sino un cúmulo de formalidades inútiles.

Como ejemplo en primera persona: este curso pasado el servicio de inspección nos devolvió las programaciones de los departamentos de mi centro de trabajo con un guión para corregirlas -por supuesto, consistente en una lista de "indicadores", cada uno de los cuales tenía a su derecha un "" o un "no" para indicar si la programación cumplía con ese "indicador".

Y varios de los guiones de corrección enviados por el servicio de inspección comenzaban con las frases: "Emplea terminología pre-LOE. No confundir programación didáctica de departamento con programación de nivel, programación de curso y programación de aula"...

...hasta los cojones...