domingo, 28 de marzo de 2010

Elvira Lindo: "Chavales rebosantes de autoestima e infelices por no encontrar un mundo a su altura"


Hoy aparece un artículo de Elvira Lindo en el diario El País, titulado Por mi culpa

http://www.elpais.com/articulo/opinion/culpa/elpepusocdgm/20100328elpdmgpan_2/Tes

La parte que me parece más interesante del artículo hace referencia a una cuestión que ya se trató en este blog hace unas semanas, en la entrada “Sobre que haya gente que no se valora a sí misma”, del jueves 25 de Febrero del 2010

http://profesorhastaloscojones.blogspot.com/2010/02/bill-gates-al-mundo-no-le-importa-tu.html

Un extracto del artículo:

A menudo, escucho a los padres de ahora que lo importante es reforzar la autoestima del niño.

Hay, en el mismo instante en que usted lee este artículo, cientos de miles de padres españoles reforzándoles la autoestima a sus niños; es decir, haciéndoles ver que son guapos cuando no lo son tanto; que son listos, cuando está por ver; que se lo merecen todo, cuando no han demostrado nada.


El problema es que una vez que las criaturas hayan de convivir con otros niños se enfrentarán al hecho de que nadie les alaba tanto como sus padres y, a menudo, sus desproporcionadas expectativas se verán frustradas
.


Los padres
, angustiados con la decepción de un niño que encuentra que la vida no es un permanente parque en el que se tiene derecho a ticket para todas las atracciones, reaccionarán reforzando más si cabe la dichosa autoestima.


Como resultado, no es infrecuente encontrarse con chavales rebosantes de autoestima e infelices por no encontrar un mundo a su altura
”.


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Esto mismo lo he visto en varios alumnos que han pasado por mis clases del instituto, y el diagnóstico de los psicólogos y pedagogos era siempre el mismo: “es que tiene baja autoestima”… hay que joderse.

Repito aquí lo dicho en la entrada de Febrero:

En todos los casos que he conocido en los que algún psicólogo -de esos para los que conocerse a sí mismo es saber cuál es nuestro color preferido y cosas así- ha diagnosticado que alguien "no se valoraba a sí mismo" lo que en realidad pasaba es que esa persona tenía un concepto de sí mismo tan elevado y tan fantasioso que la realidad le daba golpes constantemente. Y ahí radicaba el problema, no en otra cosa.

O sea que más que valorarse poco ¡es que se valoraba demasiado!... que es probablemente lo que hacemos todos, por otra parte.

Con lo cual la solución está en dejar de fantasear sobre nuestra propia importancia, es decir, justo lo contrario que lo que se hace normalmente, que es tratar de convencer a la persona que "no se valora a sí misma" que en realidad es maravillosa... hasta el próximo golpe de realidad.

...hasta los cojones...

jueves, 25 de marzo de 2010

Un nuevo caso de "flanderopatía": Pierre Bordieu


La lectura del libro El conocimiento inútil, de Jean-François Revel, del que he hablado en entradas anteriores, me ha descubierto un nuevo santo laico de la Reforma Educativa, y por lo tanto un nuevo caso de flanderopatía aguda:

El sociólogo francés Pierre Bordieu.


En el capítulo La traición de los "profes", dice Revel:


“Los defensores de la nueva pedagogía niegan, en efecto, que ese fracaso sea escolar. Lo atribuyen a una sola y única causa: las desigualdades sociales.


(...) Sólo la clase social, el privilegio económico y la ventaja cultural concedida por el ambiente explican esas diferencias.

Todo lo que sucede en la escuela se deriva de factores exteriores a la escuela
(El teórico oficial de esta teoría es Pierre Bourdieu, especialmente en Los herederos-1964 y La reproducción-1970).

La escuela no tiene, pues, más que una sola misión: neutralizar la influencia de esos factores restableciendo en su seno la rigurosa igualdad de resultados que, por desgracia, no se encuentra fuera de su recinto.


(...) El buen alumno debe ser mantenido al nivel del malo, considerado como el equitativo punto medio social. Se redistribuye el éxito escolar como el Estado socialista redistribuye las rentas”.

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Es acojonante lo atrevidas que son algunas personas cuando se trata de teorizar sentadas en sus despachos de profesores universitarios. Y es acojonante que les hayamos hecho caso.

...hasta los cojones...

domingo, 21 de marzo de 2010

Padres que en vez de tales prefieren ser un colega para sus hijos

Un amigo, también profesor, me ha enviado esto. Sobran los comentarios, está muy bien explicado en apenas dos minutos.



Normalmente acabo las entradas del blog con eso de "...hasta los cojones...", pero en esta ocasión no encuentro palabras en castellano para poder describir la impresión tan repugnante que me producen este tipo de actitudes en los adultos.

jueves, 18 de marzo de 2010

Jean-François Revel (II): La organización del fracaso generalizado

Sigo con el libro El conocimiento inútil, de Jean-François Revel.

En el mismo capítulo, La traición de los "profes", dice un poco más adelante:

La igualdad en la enseñanza no puede consistir más que en crear condiciones de acceso a los estudios en las cuales cada uno obtendría el éxito únicamente en función de sus facultades intelectuales reales.

El niño nacido en un medio económicamente débil no debe ser favorecido si es mediocre, y para ello necesitamos una enseñanza severa y selectiva. El niño nacido en una familia sin medios y sin cultura no se debe ver privado de estudios de alto nivel si es inteligente, y para ello necesitamos también una enseñanza severa y selectiva, apta para detectar los dones, en vez de reprimirlos impidiéndolos emerger y manteniéndolos al nivel de los alumnos más malos.

Esta última concepción de la igualdad acaba en el mayor daño que se puede hacer a los alumnos desfavorecidos por su medio: ¡infligirles en la escuela un segundo medio desfavorecedor! ¡Con el pretexto de que viven en un entorno que asfixia la actividad intelectual, se les proporciona en clase un cargamento suplementario de aguafiestas! ¡Valiente idea!

Ese sistema pedagógico aniquila la gran función histórica de la escuela, su verdadera vocación democrática, que es corregir las desigualdades sociales con las desigualdades intelectuales.

La ideología que la anima postula la igualdad y la identidad de todos los seres humanos. Sólo las desigualdades sociales explicarían las desigualdades de éxito en los estudios.

Como la experiencia no confirma ese postulado, hay que obligarla a que lo haga, organizando el fracaso generalizado, que hace el oficio de purgatorio que permitirá alcanzar el nirvana de la igualdad intelectual total.

Ese postulado anticientífico engendra, de hecho, la escuela más reaccionaria que existe, porque sólo los niños de medios pudientes tienen la posibilidad material y las relaciones necesarias para encontrar, fuera de una enseñanza convertida en estéril, la formación que esta enseñanza ya no les da.

La pretendida matriz de la justicia pare la injusticia suprema.

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Hasta aquí el texto de Revel.

Yo, que tuve la suerte de ser un "niño de medios pudientes", con las posibilidades que eso implicaba (por ejemplo, poder realizar estudios oficiales de música -gracias a los cuales me gano la vida- en un momento en el que no existían conservatorios públicos, al menos en mi población), puedo asegurar que esto que dice Revel es cierto.

martes, 16 de marzo de 2010

Jean-François Revel: La traición de los "profes"


La semana pasada, que pasé en casa con gripe, un amigo me regaló el libro El conocimiento inútil, del escritor francés Jean-François Revel.

Todavía no he acabado de leerlo, y no estoy seguro de coincidir en todos sus argumentos con el autor, pero hay un capítulo que atañe directamente al tema de este blog, y se llama, muy elocuentemente, “La traición de los profes”.

Dedicaré unas cuantas entradas a presentar lo que me parece más interesante de dicho capítulo (los subrayados son míos, no del autor). Aquí va la primera (página 390 de la cuarta edición en Austral):


“A partir de 1968 y de las revueltas inspiradas por la contracultura norteamericana que se desencadenaron ese año, un segundo componente ideológico se añadió a las groseras prácticas de la pueril y cínica censura, a saber, que la simple transmisión del conocimiento era reaccionaria.


Por lógica vía de consecuencia, aprender también lo era.

Asistimos a la expansión de la pedagogía llamada no directiva, que, en quince años, consiguió llevar a cabo la proeza de que una tercera parte de los niños que se presentaban al ingreso en el segundo ciclo, después de cinco o seis años de «instrucción» elemental, eran casi analfabetos, y que una parte apenas minoritaria de los estudiantes que llegaban a la universidad podían leer, pero muy pocos podían comprender lo que descifraban.

Esta decadencia no puede atribuirse más que parcialmente al aumento de los efectivos y a la falta de personal docente cualificado. Es consecuencia principalmente de una doctrina de las más oficiales, de una opción deliberada, según la cual la escuela no debe tener por función transmitir conocimientos.


No se trata de una broma: la ignorancia en nuestros días es objeto, o lo era hasta hace bien poco, de un culto cuyas justificaciones teóricas, pedagógicas, políticas y sociológicas se extienden explícitamente en muchos textos y directrices.


Según tales directrices, la escuela debe dejar de transmitir conocimientos para convertirse en una especie de falansterio «de convivencia», de «lugar de vida» donde se despliega la «apertura al prójimo y al mundo». Se trata de abolir el criterio considerado reaccionario de la competencia. El alumno no debe aprender nada y el profesor puede ignorar lo que él enseña”.


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Hasta aquí el primer extracto, que me trajo recuerdos de algunas de las cuestiones que mis profesores del CAP (curso de aptitud pedagógica) plantearon, allá por el año 1995, en la Universidad de Santiago de Compostela.


(Continuará...)